El 2015 comenzó con un semestre bipolar en Huracán. Más de una vez pasamos del éxtasis a la agonía y viceversa. Porque el Globo te sorprende, te ilusiona, te mata y te devuelve a la vida. Lo que viene es un repaso de la segunda participación de Huracán en su historia en la competencia más importante de América.
“Vamos a jugar la Libertadores”, se escuchó detrás de un llanto quemero en las tribunas incrédulas del estadio San Juan del Bicentenario, aquel 26 de noviembre del 2014. Ese día cambiaría la historia del club. Un título nuevo en el palmarés del Globo, que venía de un año difícil y que había estado caminando en la cornisa de la B Nacional al borde del descenso, con cambio de técnico incluido y la llegada de “el bombero”. Y una nueva chance, después de 41 años, de volver a disputar un certamen internacional. Hay quienes dicen que cuando se toca fondo, es necesario aprovechar la caída para tomar impulso y subir a lo más alto. Huracán cayó, y volvió a volar.
Este Globo despegó en febrero a su viaje por América y bajó a conocer algunas de las hermosas tierras vecinas. Perú fue la primera, en el Repechaje ante Alianza Lima para entrar en la Fase de Grupos. La primera y más favorable estadía fuera de Argentina. El primer grito de gol por Copa Libertadores, luego de 41 años, llegó acompañado de otros tres más: la goleada 4-0, de la mano de Ramón Ábila (en dos ocasiones), Patricio Toranzo y Alejandro Romero Gamarra, dejaba a los quemeros con un pie adentro de la siguiente fase. Cuando fue el turno de recibir a los peruanos en casa, los arcos quedaron intactos y los hinchas de Huracán pudieron festejar con este empate la clasificación. Esto le aseguraba al equipo de Parque Patricios que seguiría viajando, al menos por un tiempo más, para visitar a los del Grupo 3 en Venezuela, Brasil y Bolivia.
A fin de mes, Huracán preparó su Palacio para recibir en una cita formal a Mineros de Guayana. Las tribunas se colmaron de gente y de ilusiones. Dentro de la cancha, de nuevo hubo cuatro goles, pero esta vez repartidos: dos para cada uno y el primer punto en la tabla. Tras este empate, el segundo por Copa Libertadores, empezaron a aflorar las preocupaciones por no plantear una clara idea de juego y no tener recambio. Esto se manifestó en lo que fue el gran susto de la tarde: el arquero Marcos Díaz, héroe en más de una ocasión, sufrió un desgarro en su pierna izquierda y tuvo que bajarse de la tripulación.
A diferencia de esta igualdad que dejó un sabor amargo en el Ducó, la tercera llegaría en el mítico estadio Mineirao, nada menos que ante Cruzeiro de Brasil. En tierras cariocas, Huracán supo arruinarle la fiesta a los locales y rescató un punto importante para seguir sumando. Federico Vismara y Matías Giordano, quien estaba cumpliendo el difícil rol de dejar ilesas las redes y reemplazar al gran Marcos Díaz, fueron las figuras del partido en que Huracán sumó su segundo punto. Y fue entonces que el Globo volvió a encender su mecha para viajar directamente del mar a las alturas.
Huracán aterrizó en Bolivia con la ilusión de ganarle a Universitario de Sucre y ubicarse en lo más alto de la tabla del Grupo. Pero no pudo y la preocupación volvió a acechar Parque Patricios. Un nuevo empate, otra vez sin goles, volvió a impacientar a los hinchas quemeros con el triunfo que no llegaba. Esta inquietud se hizo notar en el quinto empate consecutivo, cuando a Universitario le llegó el turno de cruzar la frontera y conocer el delirante Palacio de Parque Patricios.
A diferencia del primer encuentro con los bolivianos, 0-0 en un partido sufrido por el Globo, la igualdad 1-1 en el Ducó estalló la bronca de quienes conservaban la ilusión de clasificar a octavos de final. Los primeros empates sucesivos tendrían por fin un sentido si llegaba la victoria que hiciera valer esos puntos. Pero en cambio, Huracán seguía sumando de a uno y no concretaba las chances que tenía. Aquella tarde en su propia casa, la alegría le duró cinco minutos: el anfitrión se puso en ventaja con el gol de ‘Wanchope’ Ábila, pero el empate de Universitario de Sucre llegó un instante más tarde de la mano de Miguel Suárez para aguar la fiesta. Un partido bueno, el siguiente malo. La identidad de juego seguía sin aparecer y los hinchas, tan bipolares como el equipo, reflejaban la impaciencia por ganar para clasificar.
Hasta que llegó el día. Huracán enfrentaba al gigante Cruzeiro, entonces puntero del Grupo 3, en la última oportunidad que el Palacio tenía de ser sede. Y la chispa interior del flamante Globo se encendió por fin. Huracán bailó la samba que le devolvió la vida en el certamen: el joga bonito en su esplendor, todos los jugadores encendidos y una tribuna ardiente que volvía a ilusionarse por depender de sí mismos para clasificar a octavos. Aquella tarde de abril, Ramón Ábila convirtió en dos ocasiones, Leandro Damião descontó de penal y Federico Mancinelli selló la victoria 3-1. Sin dudas, aquel fue el punto más alto que alcanzó ese Globo principiante en Libertadores que complicó al experimentado brasileño.
Como de Huracán se trata esta historia, y por ende de vaivenes, ilusiones y desilusiones, cuando tuvo en sus manos la chance de seguir avanzando en la Copa para continuar de viaje por América, el Globo se pinchó.
Quedaba una última cita en Venezuela, ante los ya eliminados de la competencia, un último esfuerzo por seguir de pie. De jugar su mejor partido, Huracán pasó a la más adversa actuación una semana más tarde. Los mismos once jugadores que protagonizaron el carnaval del 3-1 no hicieron pie ante Mineros de Guayana, el peor equipo del certamen, que sólo había rescatado su único punto en el Ducó durante su debut. La actitud de esos once futbolistas que perdieron 3-0 en Venezuela dolió en el corazón de Parque Patricios, porque cualquiera de los que estaban en la tribuna o mirándolo por tele desde Argentina hubiera dado la vida en ese partido, el más importante de los últimos 41 años de la historia quemera. La goleada inesperada boxeó al Globo y el tercer tanto terminó por noquearlo y bajarlo a la tierra.
Quedó ese sabor amargo de haber vivido la experiencia y no haberla aprovechado cuando más se despejó el cielo de Parque Patricios. El Globo voló por el continente y nos trajo alegrías y disgustos. La Quema se dio el lujo de disputar la competencia más importante de América y duele que se nos haya escapado de las manos. Pero Huracán es así: te sorprende, te ilusiona, te mata y te devuelve a la vida. Y como seguimos vivos, el próximo semestre Huracán tendrá la chance de dar revancha en una nueva competición internacional: la Copa Sudamericana.
Globo de mi vida, nunca dejes de volar.
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