21 diciembre 2024

Matías Defederico hablo con el diario Olé y se descargo contra el presidente de Huracán, al que culpa de su ida a Brasil. Y pinta un panorama negro en el futuro del Globo…

La entrevista que usted leerá fue hecha, telefónicamente, dos semanas atrás. El último partido de Huracán había sido el embustero 1-1 ante Arsenal, y nada de esto -nada- había pasado: ni el clásico ante San Lorenzo, ni la anunciada ida de un Cappa que finalmente renunció, ni la goleada, imperdonable, ante Gimnasia. Charlando furioso en su departamento de San Pablo, Brasil, Matías Defederico grita el cáncer de este Huracán: la atemporalidad. No importa cuándo pasa lo que pasa: siempre será igual. Analogía argentina, este Huracán, que vivió su Clausura menemista y ahora se mira la pilcha gastada del 2001. «Todos los técnicos se fueron como Cappa: mal. Mohamed, Ardiles, Ubeda, todos, y eso es porque algo no funciona. Yo entiendo a Angel, pero su renuncia demuestra lo difícil que es trabajar en Huracán», se descargará, en un segundo contacto, sobre la actualidad. Lo mejor, sin embargo, es lo que nos contó antes, las dos semanas atrás. Defederico levanta la alfombra con la velocidad de un mago, y ya nada se puede hacer: la mugre se descubre, brillante, ante nuestros ojos.

«El del Clausura era un grupo de la puta madre. Cuando le ganamos 4-1 a Argentinos nos debían tres meses de sueldo. Al otro día nos reunimos con los muchachos. ‘Basta, loco’, nos dijimos. ‘O nos pagan, o juega la Cuarta’. Seguimos charlando, y al final nos convencimos de otra cosa: ‘Che, estamos ahí de la punta, Huracán nunca estuvo así, olvidémonos de la plata: vamos a jugar por el honor’. Fuimos y se lo dijimos a Babington: ‘Carlos, paganos cuando puedas’. Hasta esas cosas tuvimos de buenos, y el chabón nunca tiró para nosotros, nunca hizo nada por nosotros. ¿Entendés qué es lo que me da bronca? La gente me puteaba, pero no sabe todo esto. ¿Vos te creés que no me gustaría volver a Huracán? Jugué diez años ahí, era redondo irse bien y mañana retornar sin dramas. Por eso me dio bronca cómo me fui, porque yo no sé si podré volver. Todavía tengo muchísima bronca».

-Pero vos fuiste el que dijo que se quedaría.

-Por supuesto. Todo lo que dijo Angel era verdad: yo fui el primero que le dijo que si él se iba, nos íbamos todos. Porque nos habíamos quedado por él, sólo por él, si Huracán no tenía nada. Estábamos Paolo (Goltz), Edu (Domínguez), Mario (Bolatti) y yo, nadie más, porque el Pato (Toranzo) y Leo (Díaz) no habían arreglado. Vos no te olvides de que yo me fui una semana antes de empezar el torneo. Huracán era un quilombo y Babington nos decía que nos quedáramos tranquilos. La puta que los parió, ¿tuvimos dos meses para solucionar todo y una semana antes nos decís que nos quedemos tranquilos?

-No te arrepentís de haberte ido, por lo visto.

-Al contrario. Sí me arrepiento de haberme ido, aunque no de cómo me fui. Yo no voy a mentir: dije que me iba a quedar y no me quedé, bárbaro. Pero no es que yo le fallé a Angel: los dirigentes hicieron que le fallara. A veces me dan ganas de llorar. La gente debe decir: «Este hijo de mil putas se fue a ganar plata a Brasil», y yo no me fui sólo por eso. Yo me las comí todas en Huracán. Todas, ¿eh? Martínez me decía que sería titular y me dejaba afuera. O me hacía viajar con la Cuarta a Mendoza, 17 horas en colectivo, y me ponía en el banco. Entonces, como me comí las mil y una, la vez que pude darle un subcampeonato al club, porque el campeonato me lo robaron, cuando pude darle una alegría a los hinchas de un Huracán que siempre peleaba el descenso, pasó todo lo que pasó.

-¿Por ejemplo?

-¿Por ejemplo? En la Comisión dijeron que me habían subido el sueldo. Dijeron que yo pasaba a cobrar 100 mil pesos. Apenas cobraba el 10% de eso, yo. Después del torneo les pedí, ponele, 25 mil. «No, 25 no», me dijeron. «Loco, no se quedó nadie, yo quiero seguir y ¿no me pueden dar 25?». Que sí, que no, que sí, que no, y en el medio cayó un juvenil. ¿Sabés cuánto le dieron?

-Ni idea.

-30 mil. Ahí nomás lo encaré a Babington y le dije: «Sos un hijo de puta». Se lo dije. Un caradura. Por eso me rompió las pelotas cómo me fui. La dirigencia le decía a la prensa que ojalá me quedara, y a mi representante, que me vendiera, porque necesitaban la plata. Y no fui el único al que le pasó eso.

-¿Arano, Araujo?

-Al Pipi lo boludearon todo el tiempo. «Mañana te depositamos la plata», le decían. Si el Pipi se iba a quedar… Pero le dijeron mañana, mañana, mañana, se cansó y se fue. Y está perfecto. Con un compañero le pedimos una reunión a Babington. «Carlos, más que un equipo de Primera, esto parece un jardín de infantes», le dijimos. Se probaban chicos de 16 años como si fuera una Novena, ¿me entendés? El que mejor jugaba, quedaba. ¡Loco, somos Huracán! Entonces le dijimos a Carlos: «¿No podés traer cuatro jugadores buenos?». A una semana del debut, no sabíamos con quién íbamos a jugar.

-Cambiaron los laterales y los delanteros. La base es la misma, vino Díaz…

-El Rengo llegó cuando yo ya me había ido. Leo arregló un día antes del debut, el Pato arregló después… ¡Por eso mi desesperación! Te soy sincero: después de un amistoso que perdimos con Tigre, un amistoso que jugamos con pibes de Cuarta, le dije a mi representante: «Ale (Bouza), sacame de acá. Nos va a ir mal, no va a pasar nada, y sería feo arruinar lo que hicimos porque Huracán no puede traer un jugador de renombre». Hay una que fue increíble, increíble…

-¿Cuál?

-Los dirigentes le dijeron a Angel que le habían traído un juvenil para que lo viera. Angel lo vio y les dijo que sí, que lo dejaran, pero que «le va a faltar». ¿Sabés qué le contestaron? «Bueno, mejor, porque ya le habíamos hecho contrato». Entonces se enojaron todos, porque se juntó con lo de mi contrato. Yo no quiero matar a los pibes, ellos no tienen la culpa, pero digamos la verdad: salvo el Rengo, ninguno jugó en Primera. No te digo que traigas a cuatro jugadores de elite, pero… O retené a Nieto, al que se quisieron sacar de encima. Con este medio, que es el mismo, el Rengo y yo, y Nieto arriba, no es un mal equipo. Pero en la pretemporada no había nada: jugábamos con pibes de 16 años, ¿me entendés? Yo no soy un jugador consagrado, pero en el Clausura teníamos un equipazo, y me rompía los huevos lo que pasaba. Loco, traé a uno que al menos haya jugado en Primera.

-¿Lo llamaste a Angel?

-No.

-¿Por?

-Porque no sabía si me iba a cagar a puteadas. Quizá me decía: «Mati, te entiendo», andá a saber. Yo creo que me hubiera entendido. Estoy con bronca, loco, me peleé con el técnico que me hizo jugar bárbaro, el mejor técnico del fútbol argentino, y todo por un tipo que nos va a llevar otra vez al descenso. Yo sé que los hinchas no me van a perdonar, y está bien. Tampoco pido eso: sólo pido comprensión. El que quiera pensar: «Este pendejo culorroto se agrandó porque jugó bien seis meses», que lo piense. Pero que al menos sepa lo que pasó.

-Dijiste que Babington los va a llevar al descenso, y hasta hace poco se hablaba de la Copa.

-Rezá que Huracán no entre a la Libertadores, rezá, porque si no se va a la B. En el Clausura estaban todos entusiasmadísimos con entrar a la Copa… ¡Menos mal que no salimos campeones! Primero, bueno, porque no sé de dónde iban a sacar plata para pagarnos, y segundo, porque el año que viene, si Huracán tenía que jugar dos torneos, se iba a la B. Huracán no tiene plantel para dos torneos. «Angel, abra los ojos», le dije una vez. «Usted es el mejor del país, usted sabe que no le podemos ganar ni un amistoso a Atlas». Me dijo que no, que no era así. Angel no se merece lo que le hicieron, y los muchachos tampoco. ¿Me entendés?


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