26 diciembre 2024
culorroto

No hay equipos en el mundo con más reverencia por la identidad barrial que Huracán y San Lorenzo. Chicana aparte, el arraigo de quemeros y cuervos a Parque Patricios y Boedo es excepcional y está muy lejos de la impronta geográfica de los demás clubes argentinos. Ni siquiera rivalidades que abarcan ciudades enteras, como la de Arsenal y Chelsea en Londres, la de los dos Manchester, la de Roma y Lazio en la capital italiana, llegan al nivel inconmensurable de pasión que el Globo y el Ciclón han impreso en zonas que están pegadas una a la otra. Esta contigüidad es la razón por la que se enarboló un enfrentamiento de opuestos que a veces son tratados como primos, de rivales que se conocen y mucho, de adversarios que se distinguen cada vez más entre sí, pero tienen un gen idéntico que compartirán por siempre.

Por eso, también, se quieren ganar. Siempre. Para los hinchas de Huracán y San Lorenzo no hay nada más lindo que derrotar al vecino histórico. Anoche, en un nuevo capítulo de un clásico ya centenario, fue el más valiente y corajudo el que se hizo del triunfo. El Globo jugó con pierna fuerte y sangre caliente, se arropó con el deseo del fanático que colmó y embelleció al Palacio Ducó, y le dio una alegría gigante a la mitad de la Ciudad. Fue un marco ideal y un cuento con final feliz para el anfitrión del duelo que más midió en la televisión metropolitana. Y que, de yapa, se adjudicó la Copa Parque Patricios, en disputa por el aniversario 113 del Barrio de las Ranas.

Las frases trilladas y los lugares comunes son una constante en el mundo del fútbol, pero no le quita veracidad a algunas. En efecto, no importa cómo lleguen los equipos a este tipo de partidos. Huracán, que ni siquiera con los tres puntos alcanza la mitad de los que tiene San Lorenzo, fue el protagonista absoluto. La tenencia, intención, inteligencia y capacidad estuvieron del lado de los dirigidos por Eduardo Domínguez, que pudieron revertir el planteo táctico de un entrenador con dos Libertadores en el lomo. No hubo puntos flojos en el Globo, que saboreó la solidez defensiva del puntero del campeonato, pero la rompió con un balón detenido que infló la red de la valla menos vencida. Las expulsiones en el azulgrana fueron el reflejo de su inferioridad irreversible: Huracán atropelló al Ciclón, a lo guapo.


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