Hace exactamente 104 años, el 1º de noviembre de 1908, se reunían en la casa de Ernesto Dellisola, ubicada en Parque Patricios sobre la calle Patagones al 2250, Jose Laguna, Agustín Alberti, Vicente Chiarante y Enrique Berni, entre otros jugadores de fútbol y jóvenes estudiantes del Colegio San Martín. Desde ese día, la institución, que inicialmente se llamó Verde Esperanza y No Pierde, sería refundada para dar origen al Club Atlético Huracán. Así, comenzo la historia…
Cinco campeonatos de Primera División, tres campeonatos de Segunda División, tres copas amateur, once copas amistosas nacionales, tres copas amistosas internacionales. El segundo máximo goleador de la historia del Fútbol Argentino y el jugador con máximo promedio de gol en la Selección Nacional. Considerado grande del fútbol desde el surgimiento de dicha denominación, incontables jugadores cedidos al seleccionado albiceleste, primer gol olímpico en la historia del país y un Palacio como estadio. Masantonio, Di Stéfano, Stábile, Brindisi, Houseman, Onzari, Carrascosa, Infante, Méndez, Baldonedo…
El párrafo anterior es un buen resúmen, en números y nombres, de lo que Huracán le ha dado en estos 104 años al fútbol nacional. Y sin embargo, no es lo más representativo que se puede nombrar. Y sí, es que el Globo es tan grande que le ha dado mucho más a la historia. Desde aquel viernes 1/11/1908, Huracán ha demostrado su grandeza de todas y cada una de las formas posibles. Comenzando por aquellos primeros años del club en el amateurismo, pasando por la gran década del ’20, el genial campeonato del ’73 y los últimos (no tan buenos) años, fue creciendo como emblema no sólo de Parque Patricios, Nueva Pompeya, Soldati, Lugano y demás, sino también de toda la ciudad de Buenos Aires.
Por supuesto que el Globo es sinónimo de fútbol, y del bueno. Pero además Huracán es barrio, tango y familia. Es asado, parque y plaza. Es pasión, amor y cariño. Es compañerismo, hermandad y solidaridad. Es compromiso, militancia y responsabilidad. Huracán no es sólo un club de fútbol, tampoco una institución deportiva. Huracán es un estilo de vida. Necesitaría ser escritor para intentar describir lo que representa el Globo; o poeta, para precisar lo que se siente ser Quemero; quizás filósofo, para explicar lo que es la identidad barrial, la impronta porteña. Pero esta pasión es tan grande que ni el más hábil con las palabras podría determinarla noblemente.
Hoy por hoy, la realidad nos indica que no estamos en el lugar al cual pertenecemos, la máxima categoría del fútbol. Resulta que este sentimiento, incluso así de inmenso, generó envidia y codicia en unos pocos. Sufrimos el ataque de saboteadores, ladrones y traidores. Quisieron manchar al club, hundirlo, saquearlo. Pero lo que nunca se dieron cuenta es que, como mencioné antes, esto no es solo una institución deportiva. Huracán tiene un aura especial, única, que lo mantiene y mantendrá vivo eternamente. Ese aura toma cuerpo y forma en la gente. El Pueblo Quemero es el que siempre estuvo, está y estará presente, el que sufrió, se alegró y acompañó al Globo en situaciones de toda índole, el que luchó por identidad quemera en días soleados y en noches de tormenta. Es él que da vida y alma a la pasión que denominamos Huracán. Nos podremos tambalear, nos podremos tropezar, nos podremos caer. Pero nunca nos vamos a rendir. En nuestro corazón hay una H marcada a fuego y no hay manera de extirparla, pues sin ella no vivimos, y por eso por ella damos nuestra vida.
Los equipos y los jugadores tienen categorías. Sin embargo, nuestro Globo, nuestros colores, nuestra camiseta, que orgullosamente llevamos a pecho inflado y frente alzada, no las tienen. Es por eso que esta fecha trasciende el momento futbolístico del club. Por un día, debemos olvidar el lugar en la tabla de posiciones y pensar que Huracán cumple 104 años de existencia, y su identidad e historia merecen ser celebradas.
¡Viva el Globo! ¡Vivan los Quemeros! ¡Viva Huracán!
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